¨Aquí nada puede vivir, ni siquiera las larvas de los zancudos”, dice Mario Juárez, quien ronda los 70 años, mientras se encuentra agachado y en sus ojos se pueden leer sentimientos de decepción y preocupación cuando observa el agua frente a él que parece estancada, acompañada permanentemente de una espuma blanca y espesa.
“Esto es más ácido que el agua de limón, por eso no vive nada en el río“, afirma, mientras se levanta ,y sin querer remueve un poco del cieno naranja al fondo del afluente. Cruza sus manos sobre el pecho y bajo la sombra de su sombrero beige, observa el cuerpo sin vida del río San Sebastián, en Santa Rosa de Lima, La Unión.
Desde que recuerda ha estado así, marchito, y el principal acusado de este delito ambiental es la minería metálica, que desde 1904 ha vertido (a través de empresas como la compañía Buttler , Commerce Group o actualmente la minería artesanal) inmensas cantidades de químicos a través del drenaje ácido, principalmente cianuro y mercurio que son elementos muy importantes para el funcionamiento de esta industria, procedentes de la mina San Sebastian, localizada en el cerro del mismo nombre, cercano al afluente.
Luis Blanco, quien ha vivido cerca del caudal casi toda su vida, relata bajo el sofocante calor del mediodía, típico de la zona oriental, que nunca han podido hacer uso de las aguas del río ¨porque está contaminado¨, lo que les obliga a comprar agua en comunidades distantes hasta 5 kms del lugar, como el caserío El Limón, en el Cantón La Chorrera.
En estos meses, la sequía que afecta a la región ha ocasionado que el río San Sebastian disminuya su caudal y los colores del drenaje acido (rojos, naranjas, amarillos etc), que desciende de la montaña y la mina, se amalgaman en un amasijo que envenena el futuro de la región.