Colombia ha tenido un comportamiento atípico, frente a los otros países de América Latina. Mientras que en la mayoría de ellos se impusieron las dictaduras militares, aquí no fue necesario ese desprestigio político, aunque la barbarie estatal fue mayor. Mientras que la devastación neoliberal provocó explosiones sociales que derribaron gobiernos, aquí el Terrorismo de Estado ha perpetrado un continuo genocidio que le da seguridad al régimen. Mientras que la crisis se ha ensañado contra las economías regionales, en Colombia los narco capitales le dan estabilidad a su economía. Ahora, cuando la mayoría de gobiernos transita por procesos democratizadores y de independencia, en Colombia se firman acuerdos para acabar de entregar la poca soberanía que nos quedaba y para quedar totalmente sometidos al imperialismo norteamericano.
La narco República
Bajo la tutela del Pentágono, se implanta en Colombia la Guerra de Baja Intensidad, para intentar aniquilar el movimiento social que le da sustento a la subversión guerrillera. La Guerra Sucia se vuelve política de Estado y los batallones de sicarios se oficializan como paramilitares y se recurre al narcotráfico como una fuente principal para financiarlos, además de los aportes voluntarios de las empresas multinacionales y buena parte de los grupos y gremios económicos criollos. El narco paramilitarismo no sólo cumple con el trabajo antisubversivo y antisocial, sino que se va convirtiendo en un poder para sí mismo, al ir controlando la vida en las regiones y al darse cuenta que puede definir la dinámica política nacional. Este instrumento de exterminio social termina tomándose por asalto el control del Estado.
Álvaro Uribe Vélez es la máxima expresión de las mafias narco paramilitares controlando el Estado, gracias a la capacidad de soborno de los narcocapitales y al escarnio intimidatorio de las motosierras, lograron adueñarse de la presidencia de la república, de la mayoría del Congreso, de la Fiscalía y paulatinamente van teniendo el control de las altas Cortes de la justicia. Además, todos los narcocapitales se han emparentado y legalizado con los grandes grupos económicos criollos y multinacionales.
Uribe, a pesar de estar en los archivos del Pentágono como fundador del Cartel de Medellín, es mantenido por el imperialismo como el gobernante de Colombia, por su rabiosa ideología fascista, por su eficacia para eliminar la oposición política y la entrega servil de todos nuestros recursos a las multinacionales gringas.
En los dos periodos de gobierno de Uribe, se ha manejado la administración pública, con toda la chabacanería del más despiadado capo de la mafia: violando la Constitución, eliminando o intimidando contradictores, masacrando comunidades, sobornando adeptos, la corrupción desbocada, el nepotismo descarado favoreciendo negocios a la familia, acomodando las leyes a la conveniencia de los delincuentes y, con una gran capacidad para manipular la opinión pública con el control de los medios masivos de información.
Con la lógica que, un escándalo tapa otro escándalo, los gobiernos de Uribe han sido un permanente y desvergonzado escándalo. Se ha insensibilizado a la opinión pública, se ha anestesiado la noción de asombro y se ha minimizado la capacidad de reacción.
La neocolonia
El 30 de octubre de 2.009 pasará a la historia como una fecha trágica para Colombia, cuando Uribe firma el acuerdo militar entre Colombia y EEUU, violando las leyes vigentes. Después de múltiples denuncias públicas, se ven presionados a mostrar el texto de dicho acuerdo y es de suponer que dan a conocer sólo una parte, pues los aspectos más comprometedores permanecerán como secretos de Estado.
Con la limitación, que apenas conocemos los aspectos menos lesivo de ese acuerdo, queda explícito que no sólo se entrega las mentadas 7 bases militares, sino que los gringos disponen de todas las bases militares, de todos los aeropuertos y puertos marítimos, así sean civiles, y de todo el territorio colombiano para la movilidad de las tropas gringas, de acuerdo a sus necesidades operativas, garantizando la impunidad de todas las fechorías que se les ocurra cometer.
Con el acuerdo militar de Uribe, Colombia ha dejado de ser una República independiente y soberana y queda reducida a una base militar yanqui. El 30 de octubre de 2.009 es la fecha de la infamia, del oprobio patrio, de la vergüenza nacional, de la pérdida total de nuestra soberanía. Si el 20 de julio es la fecha de la independencia de España, esta nueva fecha se oficializa como el momento cuando Colombia vuelve a ser una colonia dependiente de los EEUU de Norteamérica.
El antecedente más parecido, se firmó el 3 de noviembre de 1903, cuando se entregó el Istmo de Panamá, para que fuera una colonia gringa durante 100 años. Este nuevo acuerdo de dependencia se renovará cada 10 años y es apenas deducible que el gobernante colombiano que intente cambiar los términos pactados, correrá la misma suerte que Omar Torrijos.
En concordancia con los nuevos tratados, el embajador gringo William Brownfield se comporta como si fuera el nuevo Virrey y con gran descaro se entromete en todos los asuntos internos de Colombia: trazando directrices sobre lo divino y lo humano, diciéndole a las Altas Cortes cómo se debe impartir la justicia, regañando a la cúpula militar, orientando quiénes son los funcionarios para determinados cargos o definiendo a quiénes se deben entregar los contratos o convenios económicos.
Colombia, una base yanqui, ¿para qué?
Uribe y sus secuaces han repetido hasta el cansancio que con este acuerdo militar se le da continuidad a la lucha contra el terrorismo (como llaman a los grupos guerrilleros) y contra el narcotráfico.
Pero, al mismo tiempo se vanaglorian de los éxitos de la seguridad democrática, mostrando que ya las guerrillas no representan ningún peligro para la estabilidad del Estado, puesto que han sido duramente golpeadas y los reductos se encuentran diseminados en las selvas, sobreviviendo en condiciones muy precarias.
Teniendo Colombia el ejército más grande de América Latina y unas fuerzas armadas cercanas al medio millón de efectivos, no se justifica que se traiga tropas y mercenarios yanquis para seguir combatiendo a unos debilitados grupos guerrilleros.
Mucho menos justificación tiene la presencia gringa en territorio colombiano para combatir el narcotráfico, cuando los principales capos se encuentran al frente del gobierno y ese lucrativo negocio sigue financiando el paramilitarismo, la principal herramienta estatal en la lucha antisubversiva.
Por tanto, es evidente que las nuevas adecuaciones de las bases colombianas para las operaciones yanquis, están orientadas por los intereses del Pentágono de adelantar nuevas guerras regionales.
El premio Nobel de Paz, alojado en la Casa Blanca, ha orientado nuevos contingentes militares hacia Afganistán, le ha dado toda la cobertura política y diplomática a los chafarotes que dieron el golpe de Estado en Honduras y se dispone a agredir al resto de países que construyen el proyecto de solidaridad económica alrededor del ALBA. Así se premia las nuevas guerras imperialistas.
Tienen razón los presidentes de Venezuela, Ecuador y Bolivia, en declararse en estado de alerta, pues las bases yanquis en Colombia tienen el abierto propósito de agredir a estos países que adelantan procesos revolucionarios, de democracia directa y de romper las ataduras a la dependencia imperialista.
También es claro que el principal objetivo yanqui es la República Bolivariana de Venezuela, por poseer las mayores reservas mundiales de hidrocarburos y por liderar la lucha ideológica a favor del Socialismo.
Ahora, Colombia no es sólo un país atípico, sino que es un peligro para la estabilidad del continente, es el país paria, es el país fratricida. El Pentágono ya tiene la IV flota de guerra en el Caribe, ahora con el acuerdo militar de Uribe, las fuerzas armadas colombianas se convierten en la V flota imperialista, prestas a ser la punta de lanza contra los pueblos hermanos.
Nos corresponde a todos los revolucionarios, a todos los patriotas, a todos los demócratas, a todos los colombianos que nos queda dignidad, hacernos sentir contra el regalo que ha hecho Uribe de la soberanía y contra las pretensiones guerreristas del imperio.
El 2.010 es un año electoral y la revocatoria del acuerdo militar debería ser el centro del debate político entre los candidatos. El jefe de los capos sigue trampeando la ley y atropellando a todos los opositores, para tratar de imponer su tercer mandato; por tanto, la derrota al uribismo es la cuota inicial para sacar del Estado y del gobierno a las mafias narco-paracas, para poner a Colombia de cara al devenir histórico del continente.
Esto dijo el Armadillo
con rabia y altanería
los mafiosos gobernantes
rematan nuestra soberanía.