La Piedra, no.8, verano 2011.
Desde la época colonial hasta nuestros días, Colombia, al igual que los demás países de América Latina, no ha dejado de ser saqueada por los poderosos del mundo. Aunque el Presidente César Gaviria Trujillo (1990-1994) fue quien impulsó la política de apertura de las fronteras a los mercados e inversionistas extranjeros, ha sido el Presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2006 y 2006-2010) quien ha actualizado los marcos normativos, legales, políticos y de seguridad que han permitido a las compañías y a los inversionistas extranjeros gozar de condiciones más favorables.
Durante los 10 últimos años, los canadienses también han comenzado a recibir su parte del pastel. Atraídas por las nuevas condiciones ventajosas establecidas para la burguesía nacional, las compañías mineras y petroleras de Canadá se han ido instalando cada vez más en Colombia.
Ya lo hemos dicho y repetido: la firma del Tratado de libre comercio (TLC) entre Canadá y Colombia en realidad no buscaba alcanzar objetivos de naturaleza económica. Consistía más bien en apoyar el régimen de Álvaro Uribe en un momento en el que este último fracasaba en su intento de firmar el TLC con su gran hermano americano. (Los demócratas estadounidenses se oponen a la ratificación de dicho acuerdo que según ellos, habría causado violaciones sistemáticas de los derechos humanos por parte del gobierno colombiano). De hecho, aunque Colombia es uno de los principales socios comerciales de Canadá en el continente, está lejos de constituir un mercado de exportación mayor para Canadá o una fuente significativa de importación a escala mundial. Colombia es el quinto mercado de exportación de Canadá en América Latina, pero solamente el número 32 a nivel mundial. De la misma manera, es posiblemente la quinta fuente de importación de Canadá en América Latina, pero solamente el número 42 en el mundo. De todas maneras, reconocemos que el comercio entre los dos países hs sido protagonista de un importante crecimiento a partir de 2004 (es decir, antes de la firma del TLC en 2008).
“De manera global, en sus intercambios con Colombia, Canadá es un importador neto de productos agrícolas y de productos industriales extraíbles y un exportador neto de bienes manufacturados”. Michael Holden, Sección de macroeconomía y comercio, Parlamento de Canadá.
¿De qué tipo de comercio hablamos? De intercambios coloniales tradicionales: Canada importa de Colombia materias primas y exporta allí productos con valor agregado. Por consiguiente, las materias primas representan el 92% de las importaciones provenientes de Colombia. El primer producto de importación es el carbón, que representa más de la cuarta parte del total de las importaciones, seguido del café (18%), el petróleo crudo, el banano y las flores cortadas. Por su parte, Canadá exporta productos derivados de materias primas (correspondientes al 58% del total de las exportaciones) y productos manufacturados (equipos de explotación minera y otros equipos industriales, automóviles, abonos, productos electrónicos, aeronaves). Sin embargo, en el caso de Canadá, se impone una excepción a la regla en cuanto a los intercambios coloniales. En tanto que gran productor de cereales, Canadá inunda el mercado colombiano con su trigo a bajo precio (ya que está subvencionado completamente por los fondos públicos), siendo partícipe así de la precariedad creciente del pequeño campesinado colombiano. Se trata de su producto de exportación más importante, que representó en 2009 el 20% de las exportaciones (152,4 millones de dólares). Dos terceras partes de las exportaciones de Canadá hacia Colombia provienen de Quebec, Alberta y Saskatchewan.
En lo que se refiere a los inversionistas canadienses, una vez más Colombia no constituye un mercado importante de inversión directa al extranjero (IDE). No obstante, desde la entrada en vigor del nuevo código minero hace una década, más las medidas tomadas por el gobierno de Uribe – bonificadas por el nuevo Presidente Santos – a favor de la llamada “seguridad de los inversionistas”, las firmas canadienses regresan con apetito por los recursos minerales e hidrocarburos de Colombia. Por tanto, se prevé un aumento de las IDE canadienses en Colombia.
Si bien las compañías canadienses deben sostener un régimen político corrupto, represivo y mafioso, ocasionando un incremento de la contaminación en las localidades y un ahondamiento de la pobreza y las desigualdades sociales, son los beneficios lo que les importa. No tienen escrúpulos para invertir en Colombia ya que las ventajas allí son muchas: mano de obra barata, un régimen de imposición bastante suave, un potencial en riquezas energéticas llamativo con un marco legal y normativo que favorece las empresas, con medidas represivas del Estado, y las protestas populares controladas por la fuerzas armadas.
En breve, la historia se repite y el tratado de libre comercio no hace más que dejar un sello de apoyo político en intercambios desiguales, fieles a las relaciones (neo)coloniales Norte-Sur.
Traducción Silvia Lopez
Referencia : Michael Holden. julio de 2010. « Activités de commerce et d'investissement du Canada – Le Canada et la Colombie », Section de la macroéconomie et du commerce, Service d'information et de recherche parlementaires, Publication no 2010-51F. Disponible en ligne : http://www2.parl.gc.ca/Content/LOP/ResearchPublications/2010-51-f.htm