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08/10/2007

La foto de nuestra portada pareciera no pertenecer a Biodiversidad. Invoca desolación, la que provoca uno de los tantos monocultivos industriales que hoy se expanden por millones de hectáreas para producir combustible para automóviles. Pero la foto, en realidad, retrata una enorme señal de esperanza: muestra una de las muchas formas de rechazo y resistencia que comunidades indígenas y campesinas del mundo entero están comenzando a emprender para enfrentar la agresión que significan los llamados biocombustibles o agrocombustibles. Lo que se ve es el desmonte de una plantación de palma aceitera africana por parte de una comunidad campesina con el fin de recuperar su tierra y su territorio y continuar ejerciendo el derecho a cultivarla y producir alimentos a su propio modo, y no al modo de las grandes industrias.

A estos combustibles obtenidos del procesamiento industrial de material vegetal, sean de maíz, caña de azúcar, soja o palma aceitera, se les ha llamado biocombustibles, por ser de origen biológico, y se les presenta como ecológicamente beneficiosos y “sustentables”, como el arma central para combatir el calentamiento de la tierra. Pero su expansión se ha convertido en una ola gigantesca de nuevas conquistas territoriales y económicas por parte de grandes compañías transnacionales, casi siempre aliadas con los grandes terratenientes de muchos países. Via Campesina y otros movimientos sociales han decidido llamarlos “agrocombustibles” para resaltar el hecho que compiten seriamente por la tierra y el agua necesaria para producir alimentos.

Sin embargo, creemos que aún nos faltan expresiones adecuadas para mostrar lo que está ocurriendo. Los pueblos del mundo entero a través de la historia han obtenido combustible de materiales biológicos, como leña, turba o estiércol. En la medida que el uso se hizo en forma moderada, en pequeñísima escala, mediante técnicas de manejo respetuosas y diversificadas, y para satisfacer necesidades que no eran lujo, tales combustibles sirvieron su propósito y fueron ecológicamente adecuados. Lo que vemos hoy son millones de hectáreas de monocultivos que no serán utilizados directamente, como la leña o la turba, sino que serán procesados industrialmente consumiendo millones de litros de petróleo y agua. Son combustibles para alimentar los casi 800 millones de automóviles que están en manos de menos del diez por ciento de la población mundial, y para hacer posible que continúe la expansión de la industria, sobre todo la automotriz y la petrolera, pero también la industria de agrotóxicos, la biotecnológica, la industria semillera. Por tanto, lo que define a los nuevos combustibles es su carácter agroindustrial, su vínculo indisoluble con los grandes conglomerados transnacionales y con un sistema de producción destinado a satisfacer demandas suntuarias, sin importar que en el camino destruya las bases de la alimentación y el sustento de la inmensa mayoría de los seres humanos.

Hemos destinado este número de Biodiversidad íntegramente a discutir los muchos impactos que la producción agroindustrial de combustibles tendrá sobre la tierra y todos sus habitantes. Lo que es posible prever, como se discute en los distintos artículos, es el alza de los precios de los alimentos, la expansión acelerada e incontrolada de cultivos y plantaciones transgénicas, la contaminación masiva de territorios con agrotóxicos, el uso de nanotecnologías en la agricultura, el control cada vez más profundo y monopólico de la alimentación por parte de unas pocas transnacionales, el control y apropiación de más territorios indígenas y campesinos por parte de los mismos conglomerados, y por parte de los grandes terratenientes regionales que ahora se globalizan; la expulsión desde el campo, la escasez y contaminación crecientes del agua y la expansión a gran escala de los procesos de destrucción de los ecosistemas que juegan un papel central en el ciclo de carbono del planeta. Todo ello, sin remediar, ni superficialmente ni de fondo, los procesos de cambio climático y calentamiento global: éstos no sólo no mejoran sino que empeoran y pueden tornarse irreversibles.

Los combustibles agroindustriales son un negocio. Un negocio ilegítimo que aprovecha la crisis para hacer más dinero.

Creemos importante mirar con cuidado cada uno de estos aspectos. La historia de los agrocombustibles o combustibles agroindustriales está lejos de completarse. Será tarea de comunidades, colectivos, asociaciones y movimientos sociales enfrentarnos a ellos y resistir su expansión. Para ello necesitamos mirar las muchas interconexiones entre su expansión, el discurso ideológico que se utiliza para promoverlos y las muchas formas de control tecnológico, social y económico que se imponen a través de ellos.

El gran desafío pendiente, a nivel general, es el replanteamiento de  los modelos de consumo energético de los sectores más ricos del planeta que hacen que cualquier proyecto vital sea inviable y conduzcan a la profundización de la crísis que hoy vivimos. Es también imprescindible no perder de vista las bases de la resistencia: la capacidad para producir alimentos soberanamente, la permanencia en el campo, el control y cuidado de sus territorios por parte de los distintos pueblos, el impulso a sistemas de generación y utilización de energía efectivamente sustentables que respondan a necesidades reales, no a la necesidad de unas pocas megaempresas que pretenden hacer crecer sus ganancias sin freno alguno.

Esperamos mediante este número aportar a los procesos de reflexión, sabiendo que éstos serán múltiples y están apenas comenzando.

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¡Paremos la fiebre de los agrocombustibles!

Para resolver el problema del cambio climático no necesitamos plantaciones de agrocombustibles que produzcan energía combustible. En cambio, necesitamos dar un giro de 180 grados en el sistema industrial de alimentos. Requerimos políticas y estrategias para reducir el consumo de energía e impedir el derroche. Tales políticas y estrategias ya existen; se lucha por ellas. En la agricultura y la producción de alimentos eso significa orientar la producción a los mercados locales en lugar de los mercados internacionales; significa adoptar estrategias para mantener a la gente en la tierra, en vez de expulsarla; significa apoyar enfoques sostenidos y sustentables para regresarle la diversidad biológica a la agricultura; significa diversificar los sistemas de producción agrícola, utilizando y expandiendo los saberes locales; significa poner a las comunidades locales nuevamente al frente del desarrollo rural.

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El poder corporativo: Los agrocombustibles y la expansión de las agroindustrias

En los últimos años, el interés de las empresas por los agrocombustibles ha pasado de un trote suave a una estampida a toda velocidad. Para los grupos empresariales y los políticos, los agrocombustibles ciertamente son una de las formas de energía “renovable” más potables porque encajan fácilmente en la economía imperante basada en el petróleo. Pero también ofrecen oportunidades de lucro que los promotores del nuevo esquema de los negocios “ecológicos” captaron muy rápido. Cuantiosas cantidades de dinero se vuelcan ahora en todo el mundo a proyectos de agrocombustibles—con consecuencias trascendentes.

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El eslabón de la soja en Sudamérica

Junto a la rápida expansión de la producción del etanol fabricado a partir de la caña de azúcar, Sudamérica está empezando a desempeñar un papel clave como productor de biodiésel. La material prima principal es la soja [la soya], y para los cultivadores y las grandes empresas multinacionales de granos que estaban acosados por problemas de sobreproducción, este nuevo nicho de mercado es un regalo del cielo. Les da el pretexto perfecto para seguir apropiándose del continente.

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Nueva usurpación en África

Empresas y países ávidos de energía vuelcan dinero en estos cultivos avivando una fiebre por tierra que remite a la inicial expansión colonialista europea a la que hoy se suman las élites gobernantes y empresariales africanas.

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Malasia e Indonesia: ¿una devastación irreversible?

En ninguna otra región del mundo es tan descarada, absurda y frenética la carrera en pos de agrocombustibles como en Indonesia y Malasia. Lejos de contribuir a mitigar el cambio climático, la situación deriva a un gran incremento de las emisiones mundiales de carbono. Es muy grave el redoblado control de grandes superficies de tierra en manos de grupos industriales que se cuentan entre los más despiadados del mundo en términos de destrucción ambiental, condiciones laborales y violaciones de los derechos humanos.

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Palma aceitera en Colombia - ¿Paramilatarismo sustentable?

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Combustibles ecológicos - Las crisis propician los negocios

El 2 de mayo de 2007, redes-Amigos de la Tierra Uruguay y la Red Temática de Medio Ambiente de la Universidad de la República (Retema) realizaron en Montevideo la conferencia Biocombustibles, transgénicos y biotecnología. La nueva geopolítica de los recursos naturales. Los textos de Silvia Ribeiro y Andrés Barreda que presentamos, son sus reflexiones en ese evento.

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Los agrocombustibles no resuelven nada - EU es adicto al petróleo

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Agrocombustibles: Síntomas de una próxima combustión globalizada

El siguiente es un mosaico con fragmentos de textos de muchas personas y colectivos que están pensando qué hacer ante la amenaza y el mito de los combustibles agroindustriales. Esperamos que estas reflexiones nos muestren los peligros y tal vez algunas salidas a esta nueva escalada de agresión de las empresas y sus gobiernos en todos los países.

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Ataques, políticas, resistencia, relatos

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Grain