Colombia celebra el acuerdo final entre el Gobierno y la guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), tras cuatro años de diálogos en Cuba donde procesaron la terminación del conflicto armado que lleva más de medio siglo. El presidente Juan Manuel Santos anunció que el texto de 200 páginas fue enviado al Congreso de la República, mientras tanto en las calles se agitan las campañas por el plebiscito programado para el 2 de octubre donde el país decidirá en las urnas la aprobación de este histórico acuerdo.
“Hemos llegado a un Acuerdo Final, integral y definitivo”. De este modo las FARC y Gobierno titularon el comunicado oficial donde se consignan los acuerdos pactados, dejando pendiente solo la firma concluyente que será antes de la refrendación del 2 de octubre. En una semana solventaron tres puntos que estaban paralizados desde el anuncio del cese bilateral del fuego: la amnistía de los insurgentes, su participación en política y la reintegración a la vida civil. Por su parte, las FARC, se encuentran ad portas de celebrar la X Conferencia, máximo espacio decisorio del ejército bolivariano, donde seguramente la ‘guerrillerada’ renunciará a la lucha armada que empezó en 1964 “para continuar la política por otros medios”.
Humberto de la Calle por el Gobierno e Iván Márquez de las FARC respectivamente, se pronunciaron: “Probablemente todos hubiéramos querido algo más. Nosotros mismos en la mesa hubiéramos querido algo más. Pero el acuerdo logrado es el acuerdo viable, el mejor acuerdo logrado posible”. “Termina la guerra con las armas y comienza el debate con las ideas”. El documento original queda ahora en manos del Consejo Federal Suizo para efectos jurídicos conforme a los mandatos sobre conflictos de los Acuerdos de Ginebra. Cabe señalar que Suiza anunció un aporte de 22 millones de dólares para la “primera fase del posconflicto”.
Políticos a nivel internacional expresaron lo significativo que es este acuerdo para América Latina y el mundo en materia diplomática y económica. La Habana fue la ciudad receptora de las delegaciones de las partes durante estos cuatro años, allí el presidente Raúl Castro estrechó las manos de Santos y el comandante Rodrigo Londoño (conocido como Timoleón Jiménez o Timochenko). La comisión de seguimiento a los acuerdos la integrarán Cuba, Chile, Noruega y Venezuela. Pepe Mujica, expresidente de Uruguay y ahora senador, fue invitado por parte de la guerrilla: “es muy importante integrar esa comisión porque ahora se inicia una de las etapas más difíciles, que es lograr que la paz sea duradera”. Se espera que los rebeldes estén concentrados en 23 zonas y ocho campamentos luego de la dejación de armas que se hará en un plazo de seis meses con acompañamiento de delegados de las partes y de la ONU como garante. Los fusiles de las FARC se convertirán en tres monumentos ubicados uno en Colombia, otro en la sede de Naciones Unidas en New York y el tercero en La Habana.
Los seis puntos gruesos acordados (el texto completo disponible en este link) incluyen una reforma rural integral, acuerdo sobre participación política, cese al fuego y dejación de armas, solución al problema de las drogas ilícitas, acuerdo sobre víctimas y los mecanismos de implementación y verificación de lo acordado. Aseveraron que el respeto por los derechos humanos, la no persecución al movimiento social y las garantías para participar en política y no repetir genocidios, serán prioridad.
Los kilombos de la paz
Para el expresidente Álvaro Uribe Vélez, lo anterior significa entregarle el país a la guerrilla y aceptar la ‘impunidad’ castro-chavista, algo a todas luces ilógico. El santismo garantiza éxito con la justicia transicional y afirma que no habrá impunidad, pues habrá reparación de las víctimas. Para parte de la izquierda, el movimiento social, la academia y la comunidad internacional, este proceso de paz es de los más completos de la historia y no tiene nada que ver con los fracasos de 1984, 1991 y 1999.
El movimiento indígena está en asamblea permanente porque no incluyeron el capítulo étnico; el departamento del Chocó en paro, con violencia y la situación humanitaria recrudecida; los exiliados y presos políticos respetaron y alentaron los diálogos, pero ahora consideran que se les dejó relegados o simplemente no comulgan con el procedimiento llevado por no incluir diversas discusiones sectoriales y territoriales. El Ejército de Liberación Nacional (ELN) reclama mayor participación de la sociedad, compromiso serio contra el paramilitarismo y voluntad de paz del Gobierno para generar transformaciones reales. Sectores de izquierda radical hablan de una pacificación de la oposición política para venderle el país a las multinacionales. Incluso, Jody Williams, estadounidense ganadora del Premio Nobel de la Paz en 1997, afirmó que esta es una “paz exprés”.
En efecto, no es el fin de los conflictos sociales, políticos o económicos, realmente ni siquiera es el fin del conflicto armado, pero es un acontecimiento substancial que hay que apoyar sin titubeos, con decisión y voluntad moral y política. Hay que votar por el “SÍ” el 2 de octubre y participar de los debates previos; hay que defender el plebiscito de artimañas del Centro Democrático y del fanatismo cristiano, de las castas conservadoras homofóbicas que envilecen a las familias y a la opinión pública para seguir sacando réditos de la guerra y la discriminación, hay que argumentarlo en todos los espacios de la sociedad para quienes aún no están convencidos, ya que es en la manipulación y en la ignorancia donde reside el capital político de la extrema derecha. La paz no es de Santos ni de las FARC, la paz es algo que el país aún no conoce y que hoy lucha porque deje de ser solo un término.
La guerra en Colombia deja 8 millones de víctimas, cerca de 300.000 muertes, unos 45.000 desaparecidos, Colombia es el país con mayor desplazamiento forzado en el mundo con 6,9 millones (un millón en los últimos tres años), con más exiliados en América Latina y el noveno del mundo con 3,5 millones. Las FARC no se tomaron el poder y ningún gobierno derrotó la influencia social y política ni la capacidad militar de la guerrilla. Ahora bien, según algunas encuestas, la mayoría del país desaprueba los acuerdos y votaría NO en el referendo, lo que es posible si se tiene en cuenta la tradición electoral y la cultura política del país.
En consecuencia, la historia de violencia y odio dificultan que en Colombia se construya una paz estable y duradera, por lo que el Gobierno, las guerrillas, las organizaciones sociales, los países vinculados, los medios de comunicación y la sociedad colombiana en su conjunto, deben hacer un apoteósico esfuerzo pedagógico para que todo esto que pintan de irreversible, de verdad lo sea.