El exalcalde de Puerto Gaitán (Meta) es objeto de investigación por la Procuraduría General de la Nación por el “derroche” en que incurrió en la última edición del Festival de Verano en la que trajo al puertorriqueño Marc Anthony y a otros artistas internacionales en lo que gastó casi 2.500 millones de pesos de las arcas municipales. Las informaciones señalan que ese valor cubría entre el 30 y el 50% de lo que costó el Festival, los otros 2.500 o 3.500 millones los puso Pacific Rubiales que explota un campo petrolero en ese municipio.
El Festival era de mal gusto por ostentoso. Era una actitud de “nuevo rico” escandaloso que está convencido que “por la plata baila el perro”. La agresiva campaña publicitaria con la que Pacific Rubiales nos invade todos los días, sin justificación aparente, es igual. La programación del Festival y la campaña parecen hechas por los mismos creadores.
Los directivos de Pacific creen que exhibir su riqueza les da poder. No saben que eso en la mayoría de la sociedad colombiana genera desconfianza y produce rechazo. La campaña publicitaria, que se estima cuesta más de 30.000 mil millones de pesos, no es creíble. Las imágenes de los trabajadores de la petrolera protestando por las malas condiciones del trabajo son recientes, no llevan más de ocho o nueve meses, y se suman a otras noticias sobre investigaciones y sanciones de las autoridades en contra de esa empresa, como para que –por mucho que nos lo repitan- creamos que Pacific es para mi o para ti.
Personas vinculadas a Pacific Rubiales eran socias de El Tiempo y ahora son accionistas de Cable Noticias. Seguramente tienen la misma lógica de quien llamó a La Silla Vacía a preguntar cuanto valía una historia en la que se contara la experiencia en responsabilidad social de esa compañía. Le costó trabajo entender que en La Silla esas historias no se venden.
La manera burda como se pretende comunicar produce el efecto contrario al que los anunciantes buscan. Dado que Pacific Rubiales no vende un producto de consumo masivo, el gasto exagerado en publicidad lejos de generar solidaridad con esa empresa, hace prender las alarmas. Esta semana le sumaron 8.000 millones de pesos para convertirse en copatrocinadores de la Selección Colombia.
La campaña solo se justificaba si pretendían emitir acciones, lo que ellos mismos han negado rotundamente. Han preferido una estrategia sin imaginación en la que con testimonios, que no resultan creíbles, pretenden cambiar la imagen de la empresa afectada por la volatilidad del precio de su acción, las protestas laborales y las investigaciones en su contra.
La exagerada inversión publicitaria muestra, en cambio, la oportunidad del debate que se ha propuesto sobre el régimen tributario en el sector petrolero. El representante Simón Gaviria ha denunciado que las empresas petroleras se valen de un concepto que les permite deducir las regalías de su impuesto de renta y que con ello, dejan de tributar 1.8 billones de pesos. Quizás la campaña pretenda generar un ambiente favorable a esas compañías frente al debate de la reforma tributaria donde sin duda estarán en la mira. Ya el senador Juan Mario Laserna, uno de los más respetados en temas económicos, también ha propuesto el tema.
Si Pacific puede gastar decenas de miles de millones en publicidad, que no le genera mayores ingresos, tendrá para pagar más impuestos decimos –con puro sentido común- los legos en la materia.
Si Pacific sustituye al Estado en la provisión de servicios de educación, salud y en proyectos de vivienda como dice la publicidad que hacen es porque hay margen para más tributos para que los servicios los preste quien debe prestarlos.
Si Pacific patrocina torneos de golf, trae a Marc Anthony, pone su sello en la selección Colombia, paga a sus ejecutivos sumas que, según un estudio publicado por la Revista Dinero sobrepasan los 11 millones de dólares al año y hace multimillonarias campañas publicitarias sin justificación, deberían ser de los que “chillen” con la próxima reforma tributaria.
El representante Guillermo Rivera, uno de los más juiciosos del Congreso, se preguntó en su Twitter si la campaña de Pacific generaba la misma “ilusión” que la de Revertrex y otros “twitteros” (No Uribe, que sobre esto no ha trinado) se han preguntado si la Superintendencia de Industria y Comercio que ha sancionado ejemplarmente por publicidad engañosa a los fabricantes del milagroso producto lo hará ahora con Pacific.
Yo respondería que no. El Superintendente De la Calle, que es un hombre serio y gran abogado, sancionó a Revertrex, con razón digo yo, porque se anunciaba –sin serlo- como un producto con propiedades médicas que retarda el envejecimiento. Los fabricantes exhibían la plena prueba de la eficacia del producto con el testimonio de Amparo Grisales que atribuye su impecable estado a su consumo. Con esa evidencia cualquiera cree, si –a pesar de semejante prueba- el producto no tiene las propiedades que se atribuye la publicidad resulta engañosa. En cambio, la publicidad de Pacific es tan burda que no engaña a nadie.
Publicaciòn original : www.lasillavacia.com