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25/08/2010
Angela Davis
Foto: Cortesía César Rodríguez Garavito
Davis escuchó a las comunidades negras y recibió un homenaje con diploma incluido.

Angela Davis luce cómoda en este rincón de la violencia colombiana. Hacemos la entrevista en La Toma, norte del Cauca, a sólo unos pasos de las minas de oro que las comunidades negras han trabajado artesanalmente durante más de tres siglos y que hoy buscan explotar las compañías mineras que blanden títulos otorgados por el Estado. Los anfitriones de Davis son las comunidades sobre las que pesan órdenes de desalojo y cuyos líderes han sido amenazados y desplazados por oponerse.

La Toma es un polvorín y Davis lo sabe. Probablemente por eso se siente a gusto aquí. Porque creció en la “Colina Dinamita” de Birmingham, Alabama, en el corazón sureño de Estados Unidos, donde el Ku Klux Klan hacía explotar bombas en el barrio negro de los activistas del movimiento por los derechos civiles, a comienzos de los sesenta.

La Toma es un puñado de casas enclavado en la cima de la montaña, desde la que se ven, a lo lejos, el municipio de Suárez y el embalse de Salvajina. Los testimonios que escuchó Davis durante todo el día relatan la determinación de los afrocolombianos de no abandonar este territorio ancestral a pesar de la violencia.

Por eso Davis, el “dulce ángel negro” de la canción de los Rolling Stones, el ícono mundial de las causas antirracista y feminista, decidió venir cuando escuchó la historia del lugar hace unos meses, de labios de una líder del Proceso de Comunidades Negras. Aquí nadie se quedó por fuera, como sucedió con más de 500 personas que no lograron entrar a su conferencia multitudinaria en la Universidad Nacional en Bogotá, un par de días antes. Cada madre cabeza de familia, cada menor de edad sin mejor plan sabático, tenía puesto en primera fila en el centro comunitario. Atrás quedó la filósofa consagrada de la Universidad de California que disertó en Bogotá. Quien estuvo aquí fue la activista de Birmingham. Escuchó los testimonios de los lugareños y se unió al baile de las mujeres que se movían al ritmo de los violines caucanos.

César Rodríguez Garavito: Esta es su primera visita a Colombia. ¿Qué impresión se lleva?

Angela Davis: Estoy muy contenta por haber tenido la oportunidad de conocer una parte de Colombia que usualmente es invisible. Conozco las luchas de la población afrocolombiana y había oído sobre lo que está pasando en esta región en particular. Es una experiencia que jamás voy a olvidar. Lo que más me impresionó fue el hecho de que todas las generaciones llevan tanta alegría en el corazón. Ahora entiendo la pasión con la que luchan por sus tierras ancestrales. Pero me di cuenta de que no se trata sólo de conservar el legado de la tierra, sino también de conservar una historia, una cultura, la música.

C.R.G:  ¿Qué significado tiene lo que está sucediendo aquí para las causas que usted ha defendido?

A.D.: La obsesión del capitalismo por el lucro, que no reconoce la humanidad, que no reconoce la cultura, que no reconoce la historia. Creo que todo esto es más claro aquí, en La Toma, en las luchas por las tierras ancestrales, que en cualquier otra parte del mundo. Los pueblos afrocolombianos e indígenas que intentan conservar la conexión con sus tierras —que también es la conexión con su historia, con su cultura— son pisoteados por las empresas transnacionales. Cualquier persona crítica del capitalismo debe familiarizarse con la situación aquí en La Toma y en Colombia, porque sé que La Toma es solamente un ejemplo de los conflictos que están ocurriendo a lo largo del país.

C.R.G.: ¿Qué similitudes y diferencias vio entre el racismo en su país y el racismo en Colombia?

A.D.: El racismo ha tenido la capacidad de mudar sus estructuras e ideologías a lo largo del tiempo. Puede ser rastreado a los tiempos de la esclavitud y el colonialismo, así que, cuando uno ve en acción las estructuras del racismo que siguen vigentes hoy en día en el hemisferio, reconoce la presencia de los fantasmas del colonialismo y la esclavitud. En Colombia, hay modalidades de racismo que me recuerdan mucho el racismo de Estados Unidos.

Pero lo que me interesa no es traer el análisis del racismo de Estados Unidos, sino estudiar las relaciones entre el gobierno y el ejército estadounidenses y el Gobierno y el Ejército colombianos. Por ejemplo, me interesa ver las formas en las que Estados Unidos está apoyando la creación de un aparato represivo en Colombia como el del complejo carcelario-industrial estadounidense.

Esto no sucede automáticamente. Es resultado de la intervención del gobierno estadounidense en las políticas colombianas. Durante mi estadía, el gobierno de Estados Unidos aprobó ayuda militar para el próximo año porque piensa que Colombia está cumpliendo con la protección de los Derechos Humanos.

C.R.G.: ¿Cuál es el papel de la violencia y la represión en la discriminación racial?

A.D.: Lo que llamo el complejo carcelario-industrial nos permite ver claramente cómo se utiliza el racismo para generar lucro. De hecho, la relación es evidente aquí en esta región minera, en la que los intereses de la minería comercial promueven un tipo de racismo que va a producir enormes utilidades. En Estados Unidos, una buena cantidad de empresas está involucrada en el desarrollo y expansión continuos del sistema carcelario, en el que están confinados 2.4 millones de personas. De cada 100 adultos, uno está entre rejas. De cada 31, uno está bajo el control del sistema correccional, bien sea en prisión preventiva, en la cárcel con condena, en libertad condicional, o con casa por cárcel. Esto es aterrador si se tiene en cuenta cómo la cárcel ha sido utilizada y sigue siendo utilizada en la llamada Guerra contra el Terrorismo, o en Abu Ghraib, donde la tortura era presentada como algo excepcional.

C.R.G.: ¿Ha cambiado algo con la elección de un presidente afrodescendiente en EE.UU.?

A.D.: Algunas cosas han cambiado. No habría sido posible imaginar la elección de un presidente negro hace una década, hace dos décadas, de ninguna manera hace cien años. Y esto es bueno. Sin embargo, lo más importante en las elecciones de hace dos años fue el hecho de que Barack Obama sí se presentó, por lo menos en ese momento, como el resultado de la lucha radical por la justicia.

 Se identificó con el movimiento de los derechos civiles, con la lucha por la libertad, y creo que por eso logró atraer a muchas personas. Ahora, la cuestión de lo que ha pasado y lo que va a pasar es completamente distinta. Mi posición siempre ha sido que son los movimientos masivos en los Estados Unidos y en otras partes del mundo los que tienen la responsabilidad de presionar a Obama para que retire las tropas de Afganistán, por ejemplo, o para que apoye un sistema de salud mucho más radical que el que está apoyando actualmente.

Quienes suponen que ahora vivimos en una sociedad posracial en Estados Unidos, pierden de vista el carácter estructural del racismo. Como dicen algunos, un hombre negro en la Casa Blanca no compensa el millón de negros en la Casa Grande, es decir, en la cárcel. Los aspectos estructurales del racismo aún persisten en la educación, la vivienda, la salud. Así que la lucha sigue.

C.R.G.: En Colombia hay un debate sobre los programas de acción afirmativa (becas, cupos universitarios, etc.) para promover el acceso de los afrocolombianos al mercado laboral, la educación superior, como se ha hecho en EE.UU. o Brasil. ¿Qué lecciones ofrecen cuatro décadas de este tipo de programas en su país?

A.D.: Las acciones afirmativas fueron propuestas originalmente como un elemento de una estrategia más general contra el racismo: para combatir el racismo institucionalizado, para eliminar la segregación. Pienso que las acciones afirmativas pueden jugar un papel importante. Pero sólo son un primer paso y hay que considerarlas como parte de una causa más amplia por la justicia. Las acciones afirmativas que sólo buscan cambiar la apariencia de una institución, sin tomar en cuenta la clase social o el género de las personas admitidas, posiblemente no sirven para nada.

En Estados Unidos se habla generalmente de buscar la “diversidad” en las instituciones. Siempre he pensado que un concepto fuerte de la diversidad puede generar cambios. Pero una noción débil de la diversidad —que quizá se puede definir como “diferencia”— no hace una diferencia. Por eso, creo que las acciones afirmativas por sí solas no son la respuesta. Ellas no deben consistir sólo en la inclusión de individuos para garantizar que una institución no sea totalmente blanca. Se necesita promover y mejorar la situación de las comunidades, las colectividades. Las críticas contra las acciones afirmativas suponen que siempre se trata de individuos y que a algunos individuos, específicamente a personas negras o latinas o mujeres, se les está dando una ventaja injusta en perjuicio de otras. Pero no tienen que ver sólo con los individuos.

C.R.G.: Volviendo a la conexión entre EE.UU. y Colombia, ¿qué piensa del apoyo que le ha dado al TLC un sector de la bancada de congresistas afrodescendiente de su país, argumentando que beneficiará a los afrocolombianos?

A.D.: La bancada negra no representa los intereses de los movimientos que están luchando contra el racismo, o por lo menos no todos sus integrantes. No creo que todos los miembros de la bancada negra estén apoyando el TLC, porque entienden el daño que el libre comercio ha causado alrededor del mundo, especialmente a través de programas de ajuste estructural. Así que yo me levantaría y desafiaría a cualquier miembro de la bancada negra que apoye el TLC y que diga que va a ayudar a los afrocolombianos.

 * Director del Observatorio de Discriminación Racial (Traducción al español de Yukyan Lam)

 

Un ícono tiende la mano a mineros del Cauca

¿Quién es Angela Davis? Tras estudiar filosofía en Estados Unidos y en Europa, y militar en el movimiento antirracista de las ‘Panteras Negras’ en los años sesenta, se convirtió en una causa célebre mundial al ser encarcelada por supuesta participación en el asesinato de un juez en 1970. Cuando fue absuelta en 1972, se había convertido en un ícono de los movimientos sociales y en el personaje de canciones como Angela, de John Lennon y Yoko Ono, o Sweet black angel, de los Rolling Stones.

En 1981 publicó Mujer, género y raza, uno de los análisis pioneros sobre las discriminaciones de género y raciales. Continuó este trabajo en la década siguiente con el libro El legado del blues y el feminismo negro (1999), en el que explora la conexión de ese género musical con el feminismo y la cultura afrodescendiente. En la última década, Davis se ha dedicado a denunciar.

Su cruzada de hoy es por los afrocolombianos que han vivido en las minas del norte del Cauca desde 1636. El Estado privatizó diez mil hectáreas desde 2002 y ahora quieren desalojarlos. La situación se ha tornado violenta: ocho mineros fueron asesinados en abril y varios líderes comunitarios han sido amenazados. Hay una tutela en curso.

 

Articulo original http://www.elespectador.com/impreso/cultura/gente/articuloimpreso-22618…

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El espectador